DON VÍCTOR SÁNCHEZ, HOMBRE CENTENARIO.
Joselías Sánchez Ramos / sjoselias@gmail.com / 2022-11-06.
Hola, amigos. Hemos celebrado los 100 años de cantonización con la algarabía propia de la manteñidad. Permitidme ahora hablar sobre mi padre: Víctor Elías Sánchez Robalino.

Un hombre sencillo y humilde, humanista y pensador, que dedicó su vida al servicio de los más necesitados de nuestra amada ciudad. No fue protagonista de nada, sólo de su propia vida, una vida que nace el 28 de octubre de 1900 en Píllaro, provincia de Tungurahua.
Desde muy pequeño, sus padrinos, don Rodolfo Camacho y Sra. Juana de Camacho, lo llevan a Quito. Vive con ellos y estudia hasta el tercer grado en la Escuela El Cebollar de los Hermanos Cristianos.
En 1912, la familia Camacho decide trasladarse a Manta y con su tutora, la Sra. Carmela Camacho viene el niño Víctor Sánchez. En esta ciudad, el Dr. Carlos Teodoro Camacho Escobar era médico de la Compañía del Ferrocarril Provincial que construía la línea Manta – Montecristi – Portoviejo – Santa Ana.

En ese año, el Sr. José Braulio Escobar Esparza abre su droguería, la “Botica Manabita”, y el doctor Carlos T. Camacho E. lleva al niño Víctor Sánchez a la botica del señor Escobar y lo pone al servicio de su propietario, para que ayude en los menesteres propios de un niño. El niño Víctor Sánchez vive en la casa de la familia Camacho bajo la tutela de la Sra. Carmela Camacho. La casa está ubicada al final de la calle Colón, hoy Avenida 2, y frente a la Calle 14. La casa aún está allí.
La botica del Sr. Escobar es uno de los escenarios de la adolescencia y juventud del niño Víctor Sánchez. Tuvo dos tutores maravillosos sobre los cuales nos hablaba con entusiasmo, gratitud y admiración. Tanto el Dr. Carlos T. Camacho como Dn. Pepe Escobar, que así se lo conocía, le fueron enseñando los secretos de la farmacéutica. “Con ellos aprendí a conocer las enfermedades y sus curaciones, a poner inyecciones, preparar bebidas, ungüentos, pomadas y los “sobres” para los enfermos porque no había pastillas”, nos decía. Era un lector acucioso y aprendía de todos los vademecun que llegaban a la botica.
Estos dos ilustres personajes, el Dr. Camacho Escobar y el Sr. Escobar Esparza, fueron vocales del “Comité Cantón Manta” que desde 1912 lideró el Sr. Ascario Paz Bonilla. De estos tutores fue aprendiendo ese afán por la cantonización y lo hizo suyo, de manera que, en 1921, cuando él ya tenía 21 años, respaldó al Sr. Carlos Cevallos Barreiro quien continúa el proceso de cantonización con un nuevo Comité. Mi padre jamás pretendió figurar en alguna directiva. Su afán era apoyar y servir de manera leal y efectiva. Cuando al Sr. Carlos Cevallos Barreiro, líder de la cantonización, se lo apresa y encarcela en Montecristi, él fue uno de los muchos parroquianos que protestaron y exigieron su libertad.
Me contaba que, mientras él atendía en la botica de don Pepe Escobar, llegaban muchos vecinos que donaban sus pequeños aportes para apoyar la cantonización. Se recogía y entregaba a los directivos.
Don Víctor siempre estuvo comprometido con este movimiento de cantonización. El 8 de octubre de 1922 acompañó a don Carlos Cevallos B. quien lee el Decreto de Cantonización en el Parque Central, casi frente a la botica donde él laboraba. Lo mismo hizo el 4 de noviembre de 1922, cuando los parroquianos se reunen en la hoy Plazoleta Azúa para escuchar al Notario de Montecristi, Sr. César A. Ochoa Chávez, quien da lectura y protocoliza el Decreto de Cantonización, para dar fiel cumplimiento de la ley. El pueblo grita de júbilo: Manta ya es cantón de la República.
El Dr. Carlos Teodoro Camacho Escobar y la Sra. María Miranda Alarcón, formaron una honorable familia. Uno de sus hijos, don José Camacho Miranda fue presidente del Concejo de Manta en 1970. Ellos siempre distinguieron a mi padre.
La Sra. Carmela lo visitaba en Tarqui donde ya vivía. Encuentros para conocer “cómo te va Víctor” y recordar viejos tiempos.
Yo y mis hermanos nacimos en Tarqui. La casa de mi padre estaba en la calle Portoviejo, hoy Avenida 108, la construyó en un terreno que le compró a don Cosme Mena. Hombre desprendido y humilde jamás quiso tener más tierra que la que necesitaba para vivir con su familia.

Desde muy pequeño acompañé a mi padre en sus largas caminatas por todas las calles de mi pueblo. Llegaba hasta las familias más humildes que requerían de sus servicios. Recibía un sucre por cada visita. Con ese dinero mantuvo su hogar y educó a sus hijos. Mi padre caminaba todos los días, desde la mañana a la noche, e incluso en la madrugada. Nunca desatendió a nadie. Somos hijos orgullosos de nuestros padres quienes nos enseñaron a amar a nuestra ciudad. Manta es una ciudad honesta y transparente.
Mi hijo Paúl Erik Sánchez Pinoargote me escribe: “Papy soy un nieto orgulloso de mis abuelos. Así como escribí un libro sobre mi abuelito Víctor Sánchez cuyo nombre lleva una calle de Tarqui y Los Esteros, así voy a escribir un libro sobre mi abuelito Lorgio Pinoargote, mecenas del basketbol de Manta y cuyo nombre lleva el Coliseo Mayor. Yo soy un baskebolista y me casé con Graciela Zambrano, otra gran baskebolista.”
“Mis abuelos, con sus vidas y acciones, junto a todas las familias que viven en Manta han construido esta gran ciudad centenaria, esta Manta infinita como la llama el alcalde Agustín Intriago”, escribe entusiasmado.
¡Cuánta certeza! Manta es una ciudad para ser amada. (Joselías, 2022-11-06)

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