LAS DOS HOGUERAS BÁRBARAS DEL ECUADOR.
Joselias Sánchez Ramos / sjoselias@gmail.com / 2021-01-28
Hola. Hace 109 años, Ecuador vivió dos sangrientas tragedias que enlutan la historia ecuatoriana.
En Guayaquil, el arrastre, descuartizamiento e incineración del Gral. Pedro J. Montero el 25 de enero de 1912. Y,
En Quito, el arrastre descuartizamiento e inmolación del Gral. Eloy Alfaro Delgado y cinco de sus cercanos colaboradores, el 28 de enero de 1912.
Estas dos ciudades tienen para sí este horrendo pasado que desdibuja la cultura ecuatoriana hasta los abismos más insonsables de la barbarie.
LA HOGUERA BÁRBARA DE GUAYAQUIL
Como “la otra hoguera bárbara”, es denominada al horroroso acontecimiento del 25 de enero de 1912, en Guayaquil, en cuya Gobernación se asesina al Gral. Pedro J. Montero, su cadáver es arrojado a la calle donde la soldadesca ebria y una mutitud enloquecida lo desnuda, descuartiza, le arrancan los anillos de los de dedos, le cortan la cabeza, los brazos, los testículos, atan los restos del cuerpo y lo arrastran hasta la Plaza Rocafuerte donde lo incineran mientras en una danza macabra cabeza y corazón son exhibidos y finalmente llevados al cuartel.
EL TIGRE DEL BULULU
Pedro J. Montero Maridueña, nacido en Yaguachi, hijo de Pedro José Montero Ramos y de Mercedes Maridueña Quezada, desde temprana edad mostró su vocación militar.
A sus 21 años le tocó vivir la Batalla de Mapasingue que le puso fin al sangriento gobierno de Ignacio de Veintimilla. Allí conoce a Alfaro se convirtierte en uno de sus más leales colaboradores, participando en todas las campañas militares de la revolución alfarista hasta el triunfo del 5 de junio de 1895.
Como buen militar sirve desinteresadamente durante los gobiernos de Alfaro y Leonidas Plaza Gutiérrez. Mientras se desempeñaba como Jefe de la Guarnición de Guayaquil, el 21 de diciembre de 1911, fallece el presidente Estrada y se desatan la ambiciones políticas mientras Carlos Freile Zaldumbide se encarga del poder.
La pretensión del Gral Leonidas Plaza de asumir el poder desató la protesta de los liberales radicales quienes, frente al “peligro conservador” y el “peligro placista”, se levantan en armas. El Gral Flavio Alfaro se proclama Jefe Supremo de Manabí y Esmeraldas. En tanto, el Gral. Montero se proclama Jefe Supremo de Guayaquil.
TRATADO DE DURÁN
Frente a la lucha armada que desata el gobierno de Quito, el Gral. Montero llama a Eloy Alfaro que se encontraba desterrado en Panamà para entregarle el mando.
Las fuerzas gobiernistas comandadas por Leonidas Plaza, en los primeros días de enero 1912 en las sangrientas batallas de Huigra, Naranjito y Yaguachi van ganando terreno frente al movimiento revolucionario que, con la intervencion del Cuerpo Consular, capitula para evitar mayor derramamiento de sangre y se firma el Tratado de Durán garantizando el respeto a la vida de los vencidos.
“VOY A MORIR”
Leonidas Plaza, general vencedor, no respetó la capitulación suscrita ni la intervención consular. El 25 de enero de1912, dispone el apresamiento del Gral. Pedro J. Montero quien es conducido a la Gobernación de Guayaquil para un Consejo de Guerra.
Efrén Avilés Pino en su Enciclopedia del Ecuador, narra así los hechos:
”En medio de alarmantes presagios, y de una turba de soldados disfrazados de civiles y de centenares de paisanos que secundaban a los primeros, se instaló el tristemente célebre Consejo de Guerra.
Poco antes de las nueve de la noche se leyó el veredicto en el que se declaraba que “por estar abolida la pena capital en nuestro Código fundamental, en nombre de la República y por autoridad de la Ley, se condena al mencionado reo Pedro J. Montero a la pena de reclusión mayor extraordinaria, diez y seis años de presidio, previa formal degradación militar que se efectuará en la plaza pública y en presencia de todo el ejército”.
“La soldadesca sedienta de sangre protestó por el fallo. Gritos atronadores y salvajes pedían la cabeza del sindicado. Es ese instante supremo y viendo la muerte cara a cara, se irguió Montero y dijo a sus enemigos con arrogancia:
- “Quieren mi vida, está bien, la daré mañana”.
- “No mañana, ¡ahora mismo!, le contestó una voz entre la turba. En ese momento el teniente Alipio Sotomayor le disparó un tiro en la frente y cayó sobre su víctima a ultimarle a culatazos…” (Eduardo Muñoz Borrero.- En el Palacio de Carondelet, p. 311).
BARBARIE.
El cadáver de Montero “fue arrojado por un balcón a la calle, donde la soldadesca ebria, que era toda la multitud, lo recibe con nuevos ultrajes; allí es desnudado, pillado, descuartizado, profanado; se le arrancan los anillos con los dedos, se le corta la cabeza, los brazos, los testículos… al fin los caníbales ebrios, atan una cuerda al cadáver y lo arrastran hacia una plaza cercana para incinerarlo…” (J. M. Vargas Vila.- La Muerte del Cóndor, p. 111).
Mientras el cadáver era consumido por las llamas en la plaza Rocafuerte, al pie de la Iglesia de San Francisco, su cabeza y corazón fueron exhibidos en macabra danza y finalmente llevados al cuartel, “de donde, al día siguiente, su esposa Teresa de Montero pedirá la entrega. Casi una hora dura el canibalesco festín, Plaza, Navarro y Andrade, en una sala contigua al lugar de la audiencia, presencian el linchamiento y el arrastre…” (Roberto Andrade.- Sangre: Quién la Derramó?.- p. 104).
Tres días después, el 28 de enero de 1912, tiene lugar “La Hoguera Bárbara de Quito”. Eloy Alfaro Delgado y cinco de sus leales colaboradores son asesinados en el Panóptico García Moreno, arrastrados por las calles de Quito hasta el Parque de El Ejido donde son descuartizados e incinerados.
LA HOGUERA BARBARA DE QUITO
Tres días después, el 28 de enero de 1912, Eloy Alfaro Delgado y cinco de sus leales colaboradores son asesinados en el Panóptico García Moreno, arrastrados por las calles de Quito hasta el Parque de El Ejido donde son descuartizados e incinerados.
José Eloy Alfaro Delgado nace en Montecristi, Manabí, el 25 de junio de 1842. Muere en Quito, el 28 de enero de 1912. Su muerte y su arrastre por una turba sedienta de sangre es considerada como un hecho abominable. Alfredo Pareja Diezcanceco la describe como una hoguera bárbara mientras J. Vargas Vila la perenniza como la muerte del cóndor.
En horas de la tarde de aquel fatídico 28 de enero de 1912, en el parque de El Ejido, de una pira humeante se esparce un fuerte olor a carne quemada. En la calle arden los restos del general Eloy Alfaro y sus principales lugartenientes: Medardo Alfaro, Flavio Alfaro, Ulpiano Páez, Manuel Serrano y el periodista Luciano Coral
TESTIGO.
La muerte, arrastre e inmolación de Alfaro es descrita, de manera descarnada, por el cónsul británico en Ecuador, Mr. Griffith, quien le informa a Sir Edward Grey, secretario de Asuntos Exteriores:
“… en la mañana del domingo llegaron ellos a la capital (Alfaro y los demás prisioneros), y fueron llevados a la penitenciaría en automóviles por vías marginales. Pronto se extendió por la ciudad la noticia de su llegada, y la multitud, que había tratado de sacarlos de los automóviles en el trayecto del ferrocarril a la penitenciaría, sin éxito, gradualmente fue tomando proporciones gigantescas y, finalmente, derribó las puertas del edificio, ingresó en él y masacró a los prisioneros en sus celdas.
“Despojaron los cuerpos de sus vestidos, dineros y joyas y luego marcharon en procesión, en número de unos 10.000, a través de las calles, portando banderas y estandartes, y arrastrando los cuerpos por los pies con sogas. Pasaron por esta legación a eso de la 1 p.m. en su camino a la Plaza de Armas, donde prendieron fuego a sus cuerpos. En esta demostración las mujeres tomaron parte prominente y se gozaban en el honor de pagar los funerales de los restos de Flavio Alfaro.
“Yo he presenciado muchas revoluciones e insurrecciones en muchos países, pero jamás he presenciado un procedimiento tan abominable y sediento de sangre como el que se llevó a cabo en esta ocasión, con el silencio y consentimiento de las autoridades (era presidente encargado del poder el Dr. Carlos Freile Zaldumbide; ministro del Interior, Octavio Díaz, y ministro de la Guerra, Juan Francisco Navarro, que tenían que brindar las garantías debidas a los prisioneros). El Gobierno ha exhibido un tipo de criminal negligencia al no haber tomado medidas adecuadas para proteger la vida de estos hombres, que fueron traídos acá para ser juzgados, pero que virtualmente fueron entregados al pueblo que estaba sediento de sangre, como los primeros cristianos que eran lanzados a los leones en el anfiteatro romano; y esto merece, como es seguro que se reciba, la justa condenación de todo hombre bien pensante y de todo país civilizado…”.
EL ODIO ECUATORIANO
El odio es un sentimiento maligno. Un sentimiento de repulsa intensa hacia alguien que provoca el ánimo de hacer daño o de que le ocurra alguna desgracia.
Ese odio, a principios del siglo 20 produjo dos terribles hogueras bárbaras. Vivimos el siglo 21. Pregunto: ¿Ha desaparecido el odio entre ecuatorianos? (Joselías, 2021-01-28)
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