5 de enero.
DÍA PARA ENTENDER LA DIVERSIDAD EN EL PERIODISMO
Hola. El 5 de enero es un día emblemático en el Ecuador. Es el Día del Periodista, un día para entender la diversidad cultural. Un día para entender la disciminación étnico racial y la “diversidad en el periodismo”.
Si tiene tiempo, le invito a leer esta crónica de la afroperuana Leonor Pérez Durand.
“SER PERIODISTA, NO ES OFICIO DE NEGRAS”
Por Leonor Pérez Durand / Octubre 1, 2020.
Tenía veintitantos años, eran los 90. Era periodista en un país donde lxs negrxs tienen ocupaciones asignadas desde antiguo y trabajar en un medio de comunicación como periodista no es una de estas. Por eso, cuando luego de años de intentarlo logré hacerlo desperté todas las alertas y hasta fui acusada de ser agente del Servicio de Inteligencia Nacional (SIN). Eso significaba ser espía de la dictadura de Alberto Fujimori, infiltrada en la prensa peruana para denunciar los planes de los medios disidentes.
Treinta años después nada ha cambiado. La población femenina peruana asciende a 16 millones 435 mil 53. Según cifras del Ministerio de Cultura, 379, 646 se autoidentifican como afroperuanas, esto quiere decir que casi el 3% de las mujeres peruanas somos afrodescendientes, pero en los medios de comunicación no representamos ni el 1% de comunicadoras. Históricamente sólo hemos aparecido hipersexualizadas, ridiculizadas o representadas en labores no profesionales.
Una de las primeras veces que hice un casting para televisión, solicitaban una presentadora de noticias y allá fui con mi currículum bajo el brazo, en cuanto llegué me dijeron que estaban buscando chicas parecidas a un par de presentadoras peruanas, blancas y rubias ellas. «Si lo que buscan son chicas blancas obviamente yo no lo soy, pero según el anuncio buscan periodistas y hasta donde sé, sólo una de ellas lo es. La otra es una ex reina de belleza» ─contesté.
Terminé pasando el casting porque en mi currículum decía que hablaba francés y me pidieron que leyese las noticias del teleprompter en ese idioma, sin tiempo para realizar una traducción previa, y así lo hice. Mientras me preguntaba: ¿cuándo será el día que en un noticiero peruano se lean las noticias en francés? Obviamente nunca me llamaron y durante días me sentí muy humillada y menospreciada, de nada servían mis estudios si lo único que todos veían era mi color de piel.
Luego de esa nefasta experiencia y cansada de enviar currículums me dediqué de lleno a hacer ejercicios, una de las actividades para las que se supone lxs negrxs estamos predestinadxs. Con el tiempo, acabé siendo instructora de aeróbicos, trabajo que combinaba con investigar sobre temas feministas y que me permitió tener una efímera columna en la revista Gente. Luego de un tiempo llegó un nuevo director a la redacción y me dijeron que si quería seguir con ellos debía dejar de ser freelance e incorporarme al equipo.
Un día me fue encomendada la tarea de entrevistar a César Hildebrant, gurú del periodismo peruano. La entrevista gustó a Hildebrant y dos días después me llamaba para ofrecerme trabajo en su programa de televisión, obviamente salte de alegría y dije que sí en el acto; se lo comuniqué a mi jefe en la revista, no le gustó mucho la idea y me encargó un reportaje final: Una nota sobre la primera promoción de mujeres oficiales del Ejército que se graduaba por esos días.
«Y quiero una foto en la que usted se vista como ellas, porque eso es lo que hace un periodista, si entrevista a un heladero se viste de heladero y comparte su experiencia». Yo era nueva en la carrera así que le hice caso, pero como no me gustaban, ni me gustan los uniformes, y menos los militares, no sabía cómo iba a hacer. Para mi suerte ellas recibían clases de aeróbicos, así que me puse la ropa de gimnasia de las oficiales con el logotipo del Ejército, y a sudar se dijo.
El reportaje fue publicado y yo pasé a trabajar con Hildebrant, el nivel de sus periodistas era alto, todos hacían investigación y además, tenían fuentes que los nutrían de noticias; en cambio, para mí todo era nuevo y nadie me conocía ni me llamaba por teléfono para “datearme” nada. Hildebrant me dijo que la mejor forma de conseguir información era hablar con congresistas, que a ellos les llegaban denuncias que podían convertirse en temas para trabajar y me dijo que uno de los más accesibles era Ernesto Gamarra.
Al día siguiente fui a ver al congresista a su oficina, me presenté como reportera de César Hildebrant y le pregunté si tenía algún tema que quisiera denunciar, algo con lo cual poder trabajar. Él, muy amable, me explicó algunas cosas y quedamos en que seguiría yendo a verlo por más información. Dos días después, Hildebrant me llamó a su oficina y me echó del trabajo, me dijo que aún me quedaba mucho por aprender y tácitamente, que me fuera a madurar a otro lado.
Decepcionada, pero pensando que sí, que me faltaba mucho para poder estar a la altura de sus reporteros, me fui a casa, armé nuevamente currículums y los reparti. Me llamaron de la Revista Caretas, yo feliz, en esa época se trataba de una revista combativa, antifujimorista y muy interesante. Así que comencé en Caretas, un par de meses después me tocó ir a ver a Ernesto Gamarra para un tema, al volver a la revista me dijeron que recogiera mis cosas y me fuese.
Otra vez sentía que todo se debía a mi inexperiencia y que debía aprender más. Volví a presentar currículums y me aceptaron en el diario La República, me pusieron como practicante en el área de investigación y allí estuve varios meses, también escribí reportajes en el suplemento dominical y también estuve en la sección de policiales. Un día tuve que hablar con Ernesto Gamarra, 24 horas después, al volver al diario, el jefe de la sección de Investigación, Ángel Páez, me encerró en su oficina y me interrogó.
─«¿Eres del SIN?» ─Preguntó Páez. Yo, absolutamente sorprendida, rotunda y categóricamente contesté: ─No. Luego de varios minutos de interrogatorio me dijo que el dueño y director del diario, Gustavo Mohme, no me quería más. Él, también congresista contrario al régimen y cabeza de un diario que publicaba notas muy comprometidas denunciando las malas artes del gobierno, entró en pánico cuando su compañero de grupo parlamentario, Ernesto Gamarra, le dijo que yo era parte del SIN.
«Además, Gamarra no sólo le ha dicho eso a Mohme, si te han botado del programa de César Hildebrant y de Caretas, es porque Gamarra ha dicho en todos esos medios que tú eres agente del SIN. Yo te he hecho investigar con mis fuentes, pero nadie el Ejército te conoce, así que estoy seguro que no eres del SIN, pero Mohme está muy asustado. Te aconsejo que limpies tu nombre porque así nadie te contratará» ─concluyó Páez.
Al día siguiente pedí una cita con Gamarra y fui a verlo a su oficina en el centro de Lima, le llevé mi currículum, las notas que había publicado en el pasado y todo cuanto según mi juventud y falta de experiencia consideraba importante para demostrarle que no era quien él decía. Gamarra me dijo que él tenía una foto mía vestida con la ropa de deporte del Ejército haciendo aeróbicos con las oficiales y que eso probaba mi pertenencia a las Fuerzas Armadas.
Le explique al congresista el origen de la foto, le dije que buscase la nota en la hemeroteca de la revista y que por su supuesta delación yo había sido expulsada de 3 medios de comunicación. Él, desde sus privilegios de hombre blanco, clase media contestó: «Es que por tu tipo y tu porte no pareces periodista». Mi tipo se debía a mi raza, una negra no es periodista; mi porte, a hacer 6 horas de aeróbicos diarias e ir en bicicleta por toda la ciudad, porque el transporte público peruano era y es nefasto.
Los prejuicios del congresista me valieron más de dos años sin poder trabajar porque donde iba era mirada como ‘la espía del SIN’. Envié una carta notarial al congresista para que se retractará y lo hizo, la envié a los medios de los que me habían sacado, pero el mal ya estaba hecho. Los prejuicios del congresista también fueron causa de una depresión de la que tuve que salir yo sola porque sin trabajo, no tenía dinero para pagar un tratamiento. Sin embargo, unos años después, la tortilla dio la vuelta.
En 1999 Canal N, el primer canal de televisión peruano de 24 horas de noticias, inició transmisión. Yo, ya recuperada, luego de haber trabajado medio año en un programa de investigación periodística en Canal 9, conducido por una reivindicativa Cecilia Valenzuela, entré como presentadora a “N”. El canal Benetton nos decían, porque la marca incluía en su publicidad personas de todas las razas. Canal N fue el primer medio peruano que priorizó la formación de sus presentadorxs y reporterxs sobre su color de piel.
En enero de 2001 el director del canal me dijo: «Te tengo un regalo haz tú la nota». El regalo era un vídeo. Era la época en la que en Perú se habían filtrado vídeos grabados por el nefasto jefe del SIN, Vladimiro Montesinos, en sus oficinas. En los vídeos, Montesinos perennizaba la compra de voluntades políticas con grandes fajos de dinero. Uno de los comprados era Ernesto Gamarra, el que fungía de parlamentario amigo de la democracia, el hombre para el que una mujer negra no podía ser periodista, porque «no tenía el tipo».
La actitud de Gamarra es uno de los síntomas de una sociedad racista que cataloga a la gente por su color de piel, que coloca a todo lo que no sea blanco fuera de la esfera profesional. La actitud de este expolítico representa el deseo de perpetuar el estado de las cosas, lamentablemente casi 20 años han pasado y en Perú no ha vuelto a haber otra periodista negra presentando noticias en televisión. Dos décadas antes estuvo Zelmira Aguilar en América cuando aún se llamaba canal 4. Y, no es que no haya periodistas negras, pero no es común su presencia en estudio. Giovanna Sofía Carrillo es otra de las excepciones.
Todo el racismo que sufrí siendo periodista en Perú, fue más brutal que el que sufrí en las calles, donde desde pequeña fui acosada por «mi tipo» o porque no respondía al estereotipo de mujer negra diestra en el movimiento de caderas en la pista de baile, ni fui una gran jugadora de voley, ni cantante pues más bien desafino descaradamente. Además, mi socialización no era con afroperuanos, excepto mi familia, eso y la falta de referentes negrxs profesionales no me permitieron empoderarme como mujer negra hasta la etapa universitaria.
Las negras y negros en Perú tenemos un lugar, unas actividades, unas ocupaciones; profesiones, no. Además, somos hipersexualizadas, nosotras insaciables y ellos súper potentes y bien dotados. Muchas de las veces que fui a trabajar a Canal N, los taxistas que me llevaban intentaban dejarme en un conocido restaurante, cerca al canal, que tenía espectáculo de música negra, porque claro, una negra bien vestida y maquillada sólo podía dirigirse a su trabajo: cantar o bailar música negra. ¿Leer noticias, investigar o reportear? No. Ese no es trabajo de negras.
Yo crecí sabiendo que mi lucha comenzaba varios peldaños más abajo que el de todas las mujeres, pero tuve la suerte de tener una familia que siempre me llenó de amor y me enseñó a respetarme y a creer en mí. Mis padres siempre me decían, lo único que podemos heredarte es una buena educación, pero hagas lo que hagas, hazlo lo mejor posible, así que con el tiempo aprendí que eso que me dañaba, también me construía y me ha llevado a ser la persona y la profesional que soy hoy, orgullosa de mi compromiso y honestidad.
El “Plan Nacional de Desarrollo para la población Afroperuana 2016 y 2020”, tenía entre sus objetivos mejorar las oportunidades de acceso a la educación superior de la población afroperuana y planteaba lograrlo a través del acceso de los afroperuanos a instituciones educativas, así como de cupos en programas estatales de becas, pero esto no ha ocurrido perennizándose así la pobreza y la falta de cualificación que siempre hemos sufrido este sector de la población. Por eso, una negra periodista puede ser sospechosa.
Desde los 90, varias iniciativas para empoderar a la población afroperuana han visto la luz, entre ellas el Centro de Estudios y Promoción Afroperuanos LUNDU, que en un trabajo sobre la representación de la población afroperuana en los medios, publicado en 2012, Giovanna Sofía Carrillo decía: «[…] el racismo y el sexismo siguen afectando a las mujeres afroperuanas y la mayoría de medios de comunicación se convierten en cajas de resonancia del discurso y la postura racista que nos vulnera».
Y aunque el diagnóstico de LUNDU es de hace 8 años lamentablemente continúa absolutamente vigente, tanto detrás como delante de cámaras. Una de las cosas que sí ha cambiado es la articulación de las mujeres negras en grupos “afrofeministas”, como Presencia y Palabra, colectivo de mujeres afroperuanas que tienen como objetivo «impulsar espacios de diálogo, acción y reconexión entre mujeres negras y afrodescendientes».
Las y los afrodescendientes necesitamos referentes en todos los campos, tenemos la obligación de mostrar todo lo que aportamos a la sociedad, porque los que vienen detrás deben tener espejos donde reflejarse para poder decir, yo quiero ser como ella o como él. Y ese ella y ese él no sólo tienen que ser deportistas, bailarinas o cantantes. Nuestras ‘afropequeñas’ deben tener todo un abanico de posibilidades y sobre todo, de oportunidades, y ese trabajo parte, sobre todo, de un cambio estructural en el que el Estado tiene papel principal.
LEONOR PÉREZ-DURAND
Es periodista audiovisual, activista, creadora de teleoLeo.com , sitio web de noticias que aborda temas que afectan a mujeres y diversidades, pero también, cumpliendo con los objetivos de igualdad y justicia social del feminismo, da voz a quienes no la tienen.
“Desde mi posición profesional estoy avocada a denunciar los abusos cometidos contra las y los más débiles, ese y no otro es el objetivo de mi trabajo”.
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