MANTA, MEMORIA Y TOQUILLA.
José Elías Sánchez Ramos / sjoselias@gmail.com / 2018-12-05.
Hola amigos. Hace seis años, el 5 de diciembre de 2012, la UNESCO declara al “Tejido tradicional del sombrero de paja toquilla ecuatoriano” como “Patrimonio cultural inmaterial de la humanidad“.

INTRODUCCIÓN.
Los manabitas debemos evocar esta declaración para fortalecer nuestra memoria colectiva, para reafirmar a Manabí como una identidad cultural chola – montuvia, porque son las comunidades del pueblo cholo las que tejen la toquilla, arte milenario que se viene ejerciendo desde hace 4.000 años.
Todo es parte de un proceso. Primero, la investigación liderada por el Instituto Nacional de Patrimonio Cultural. Segundo, el expediente técnico que, acogido por el Ministerio Coordinador de Patrimonio, lo presenta a la UNESCO, a través de la Cancillería del Ecuador. Y, tercero, la declaratoria de la Unesco.
Este reconocimiento afirma el significado y función sociocultural del patrimonio inmaterial como conjunto de conocimientos, prácticas y técnicas tradicionales de las comunidades que tejen la paja toquilla y elaboran el sombrero.
Las comunidades que tejen la paja toquilla forman parte del pueblo cholo del Ecuador, declaratoria que fortalece su autoestima y surge de ellos el compromiso de continuar con la transmisión de los saberes como lo está haciendo el pueblo de Pile (Montecristi).

ARTE MILENARIO.
El origen de tejido del sombrero de paja toquilla se localiza en la provincia de Manabí. Es un arte milenario que el pueblo cholo manabita, como heredero de las culturas ancestrales, lo vienen tejiendo desde hace unos 4.000 años, utilizando la paja toquilla que se cultiva en las montañas de Manabí y Santa Elena.
EN LA COLONIA.
Hacia 1630, en Jipijapa, el nativo Domingo Chóez comenzó a tejer sombreros bajo el modelo español, técnica con la que se especializan los tejenderos de Montecristi y Jipijapa.
Maritza Aráuz, historiadora guayaquileña, en su libro “Pueblos de indios en la costa ecuatoriana“, relata:
“En esta economía mercantil, pareció insertarse desde épocas tempranas la población indígena, mayoritaria en Jipijapa y Montecristi: sea como arrieros, transportando mercaderías desde el puerto de Manta a otras poblaciones del mismo Partido (Portoviejo) y a Guayaquil, suministrando víveres y mantenimientos a los navíos que hacían escala en Manta, o comercializando fibras naturales y sus artesanías, especialmente en el último cuarto del siglo XVIII, cuando se inicia el tejido del sombrero de la paja toquilla.”
En mi ensayo histórico “Disfrute y recuperación de la memoria histórica del cantón Manta, Manabí, Ecuador – 2010“, señalo que Manta es el puerto de escala obligada de los buques españoles que navegan entre Panamá y Lima; que este contacto entre nativos y españoles incrementa la producción del sombrero; y que, dado el esplendor que va adquiriendo el puerto de Manta, es asaltado y destruido por los piratas en los años 1543, 1607, 1628 y 1741, obligando a sus habitantes a trasladarse a las faldas del cerro Montecristi, llevándose consigo a la Virgen de Monserrate, obsequiada por el Rey Carlos V. En Manta solo quedan dos vigías o centinelas para divisar a tiempo los buques piratas.
Para la segunda mitad del siglo XVIII el sombrero de paja toquilla es ya un producto de comercialización.
Wilfrido Loor, historiador manabita, relata:
“La industria de la paja toquilla era la más próspera. Entre junio y septiembre de 1823, se exportaron por el puerto de Guayaquil, 40.109 sombreros de paja toquilla, la mayor parte tejidos en Montecristi y Jipijapa”.
EN LA REPUBLICA.
El auge exportador de sombreros generó una etapa de bonanza económica sin precedente. En 1854 la exportación de sombreros de paja toquilla superó al cacao; hacia 1863 se exporta, desde el Puerto de Guayaquil, 500.000 sombreros hacia Europa y Estados Unidos, mercado que demanda este producto que fue promocionado en la exposición Mundial de París en 1855.
Pero, la mayor demanda es hacia Panamá, a fines del siglo XIX, como resultado de la construcción de su Canal porque el sombrero es, inicialmente utilizado por los obreros de protegerse del sol; Cuando se inaugura el Canal de Panamá en 1914, el presidente Roosevelt usa el sombrero para protegerse del sol. Fue un hecho clave para que luego, importantes figuras políticas y del espectáculo, empezaran a usar el sombrero de paja toquilla, convirtiéndose en un importante accesorio de la moda.
Para fines del siglo XIX, Eloy Alfaro envía tejenderas manabitas para que enseñen este arte de tejer la paja toquilla a los artesanos del Austro ecuatoriano. Las provincias del Azuay y Cañar fueron las protagonistas de lo que se conoció como el “boom toquillero”.

UN PROCESO ANCESTRAL.
El sombrero de paja toquilla se teje con las fibras de una palmera peculiar que crece en las costas del Ecuador. Los agricultores del litoral cultivan los toquillales y recogen los tallos a fin de separar luego la fibra de la corteza verde, hirviendo esta última para eliminar la clorofila y secándola después con carbón de leña y azufre para que se blanquee.
Con esta materia prima, los tejenderos comienzan el tejido de la copa y del ala del sombrero. El tejido de un sombrero puede durar de un día a ocho meses, según su calidad y finura.
En la comunidad costera de Pile, los tejenderos confeccionan sombreros extrafinos que requieren la existencia de condiciones climáticas específicas y un número exacto de puntos en cada hilera del tejido. Finalmente se lava y se blanquea el sombrero, antes de plancharlo y hornearlo.
Los tejenderos son en su mayoría familias campesinas y las técnicas de tejido se transmiten a los niños en el hogar, mediante la observación y la imitación, desde una edad muy temprana. Las técnicas y conocimientos engloban una trama social compleja y dinámica que comprende, entre otros elementos, las técnicas tradicionales de cultivo y producción, diversas formas de organización social y el uso del sombrero como parte de la indumentaria cotidiana y festiva.

RECONOCIMIENTO.
Con el avance de la industria, el comercio del sombrero de paja toquilla decayó, pero este arte del tejido se conservó y se transmitió de generación en generación.
El 5 de diciembre de 2012, la UNESCO declara al “Tejido tradicional del sombrero de paja toquilla ecuatoriano” como “Patrimonio cultural inmaterial de la humanidad“. Este reconocimiento supera la visión monumentalista del patrimonio y el enfoque conservacionista de la artesanía como un objeto.
COMUNIDADES.
El INPC mantiene un registro de las comunidades cuyos conservan esta tradición, citando a: Picoazá, Pacoche, El Aromo, Montecristi, San Bartolo, Las Pampas, Valencia, Nueva Esperanza, Las Palmas, Los Bajos, Los Anegados, La Solita, Pile, Guayabal, La Pila, Calceta, Santa Marianita, Cerro Copetón, La Sequita, Pepa de Huso, en la provincia de Manabí.
En la provincia de Santa Elena: Dos Mangas, Febres Cordero, Barcelona. En la provincia de Cañar: Luis Cordero, Nazar, Solano, Zhud, Déleg, Azogues, Uishil.
En la provincia del Azuay: Sidcay, Molleturo, Luis Cordero, Checa, San Joaquín, Cuchil, Tarqui, Tullupamba, Bella Vista, San Fernando, Pucará, Santa Isabel, El Pan, Oña, La Unión, Ricaurte.
Para las comunidades que la perpetúan, esta tradición artesanal constituye un rasgo distintivo de su identidad y un componente de su patrimonio cultural.
NUEVOS TEJENDEROS
En el sitio Pile del cantón Montecristi, el Gobierno Nacional a través del INPC crea una escuela de tejenderos. El 20 de agosto de 2015, se graduaron los primeros 20 artesanos tejenderos de la paja toquilla, hombres y mujeres jóvenes que asumen la tarea de continuar la tradición de sus mayores: tejer el sombrero fino, extrafino y superfino, que identifica a su pequeña población de familias cholas, tejenderas, agricultoras y pescadoras, ubicada a un costado de la vía Spondylus.
Los nuevos artesanos fortalecen la cultura del tejido de sombreros finos, extrafinos y superfinos.

En fechas como estas, rendimos homenaje al pueblo cholo del Ecuador. Su arte de tejer la paja toquilla tiene tanta importancia patrimonial como su arte de la pesca artesanal. (Joselías, 2018-12-05)
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